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La deuda histórica de EEUU por el cambio climático

Estados Unidos es el país que más emisiones de CO2 ha lanzado a la atmósfera en toda la historia. El modelo de vida americano, orientado a un consumo desbocado que Europa ha abrazado en gran parte, tiene efectos que perdurarán durante mucho tiempo en países que no lo han provocado. Una responsabilidad que ignora el actual presidente, Donald Trump, intentando salir de los acuerdos internacionales.

Texto: Sara Acosta

El 6 de junio de 1944, las tropas aliadas, bajo el mando del general Eisenhower, desplegaron 160.000 soldados, ante la costa de Normandía, en Francia, en el mayor desembarco militar que se conoce por mar. Estados Unidos, acudió en ayuda de Europa en el episodio que precipitó el fin a la ocupación de los países occidentales por la Alemania nazi.

Ese año también marca un momento importante en la lucha contra el cambio climático, aunque los estadounidenses de aquella época no lo sabían: si el mundo hubiera repartido de forma equitativa una cuota de CO2 entre todos los habitantes de la Tierra para frenar el aumento de temperaturas del planeta, Estados Unidos habría agotado la suya en 1944. La fecha fue el resultado del cálculo que el diario The New York Times pidió en junio de 2017 a Climate Interactive, uno de los mejores think tank de modelización de emisiones resultantes de los gases de efecto invernadero.

El interés de este diario, como el de muchos observadores hace dos años, estaba motivado por el anuncio del actual presidente estadounidense, Donald Trump, de sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París. El país que más ha contaminado en toda la Historia, el que más dióxido de carbono ha lanzado a la atmósfera con sus enormes coches, enormes casas y enormes aparatos eléctricos, quería salirse del primer tratado internacional en el que prácticamente todos los países del mundo, incluidos los pobres, se habían puesto de acuerdo para intentar reducir emisiones y evitar un aumento de la temperatura global de 2 °C, con la ambición de limitarla a 1,5 °C. El paso de EEUU se haría efectivo en noviembre de 2020.

El principal argumento de Trump durante su anuncio fue que la lucha contra el cambio climático frenaría la economía estadounidense. Sin embargo, su apoyo incondicional a la industria del carbón ha sido un fracaso, pues este negocio, el más contaminante de las energías fósiles, está perdiendo valor en todo el mundo por el riesgo económico que representa. Si se cumple la recomendación de los científicos, al menos dos tercios de las reservas de combustibles fósiles mundiales quedarán bajo tierra sin quemar. ¿Qué seguridad ofrecen en este escenario los activos fósiles?

Sin embargo, lo que sí es seguro es que Estados Unidos ha permanecido como la mayor economía del mundo desde los años 50 por quemar carbón, petróleo y gas. Su supremacía económica no habría sido posible sin ser el país que más CO2 ha generado, cuyos efectos hoy sufren países pobres que no han causado el problema y a los que se pide sumarse al esfuerzo de arreglar el que probablemente será el mayor desafío del siglo XXI. «Estados Unidos es, sin duda, el mayor contaminante en términos acumulativos», comenta desde París Aurélien Saussay, economista jefe del equipo de Economía ambiental en el Observatoire Français des Conjonctures Economiques. Los gases de efecto invernadero permanecen en la atmósfera durante más de 100 años, de modo que, por un lado, la responsabilidad del problema hay que buscarla en el comienzo y expansión de la Revolución Industrial. Pero también es un problema a futuro, pues aunque EEUU y los países más ricos se pusieran hoy mismo manos a la obra de forma contundente, millones de personas serán afectadas de todos modos.

Sir John Houghton es, a sus 88 años, uno de los científicos climáticos más respetados de su generación. Su papel fue clave en la creación del grupo de científicos de la ONU (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) que relacionó de forma oficial la acumulación de estos gases y la actividad humana. Lo publicó en el primer informe que sacó a la luz este organismo en 1990 y que entonces componían cientos de científicos de 25 países (hoy son muchos más). Houghton ha sido un constante defensor de esta conexión, a pesar de la máquina negacionista financiada por las grandes compañías petroleras estadounidenses ya en aquella época, como han demostrado varias investigaciones periodísticas.

En una entrevista publicada por la Universidad de Cambridge en 2015 con motivo del 25 aniversario de la creación del IPCC, Hougthton resumía así la responsabilidad del problema: «El dióxido de carbono ha estado ahí durante miles de años, en una cantidad más o menos estable de unas 270 partes por millón. Pero ahora está aumentando por la quema de combustibles fósiles, lo cual está poniendo más dióxido de carbono en la atmósfera, así que ahora tenemos alrededor de 400 partes por millón. Es un número grande, y supone un gran cambio en esa manta que bloquea la atmósfera, porque esa manta es más gruesa. De esto va todo. Actuar es un imperativo moral».

El año de ese primer diagnóstico oficial, 1990, es la fecha en la que muchos acotan la responsabilidad histórica de Estados Unidos. «Tiene sentido, debe ser desde que el mundo toma conciencia de que el cambio climático es un problema. A partir de entonces, los países ya no pueden decir ‘no sabía’», comenta desde Washington David Waskow, director de política climática internacional en World Resources Institute. No todos están de acuerdo con ese momento, pues al menos ya una década antes, la petrolera Exxon había puesto a sus mejores científicos a investigar el fenómeno, descubriendo el impacto que quemar petróleo tendría para los humanos en el futuro. Sin embargo, no solo escondió esa información, sino que empezó a negar la verdad. Si se mira el papel de las compañías de crudo, carbón y gas, resulta que entre 20 empresas han generado el 35% de todas las emisiones de CO2 y de metano del mundo desde 1965, como calculó en octubre de este año el Climate Accountability Institute, dedicado a investigar la responsabilidad del cambio climático de las empresas fósiles.

«Uno de los aspectos difíciles de las negociaciones entre los países en desarrollo y los desarrollados sobre las contribuciones que deberían hacer para paliar los efectos del cambio climático es si los países desarrollados deben asumir la mayor parte del problema por su responsabilidad histórica al haberlo causado», escribe la filósofa australiana Janna Thomson en el libro Climate justice and historical emissions. «Desde la Revolución Industrial, las actividades de las personas en estos países han contribuido a generar gases de efecto invernadero en la atmósfera. Y es esta acumulación histórica de emisiones dañinas la que ha llevado al mundo a la crisis que ahora debe afrontar».

Son muchos los investigadores que se han dedicado a calcular esa responsabilidad histórica, una tarea nada sencilla, pues depende en gran parte de lo que se mida y, sobre todo, desde cuándo. «Desde mi punto de vista, lo que importa es el total de dióxido de carbono acumulado por países», explica el francés Saussay. Si tomamos el trabajo realizado por Carbon Brief y World Resources Institute, entre 1850 y 1992, Estados Unidos rozó los 300 millones de toneladas de CO2 , algo muy parecido a lo emitido por Europa (aunque en este continente hay muchos más países), mientras que la contribución de China o India fue insignificante comparada en ese periodo respecto a las economías más ricas.

Sin embargo, desde los años 90 ya no puede decirse que Estados Unidos sea el país que más emisiones lanza a la atmosfera, China lo ha superado. Claro que, como matiza el analista Saussay, «es muy importante diferenciar el CO2 consumido del producido en un país». Esto quiere decir que gran parte de las emisiones de China vienen de producir bienes para Estados Unidos y otros países occidentales. Y, por otro lado, sería injusto comparar los más de 1.300 millones de habitantes chinos con los 327 millones estadounidenses. Con el 4% de la población mundial, EEUU genera un tercio de las emisiones que están calentando el planeta. «Es una arraigada convicción moral que, aquellos que son responsables por un daño injustificado, están obligados a repararlo ante las víctimas. Los contaminadores deberían pagar», asume la filósofa australiana Thomson.

La Administración Obama liberó 3.000 millones de dólares para un fondo internacional que ayudara a los países más tocados por el cambio climático. El Gobierno de Trump anunció que no asumiría ese compromiso. Otra cosa es que el pacto legal de Naciones Unidas le permita hacerlo. Mientras cada vez más economistas trabajan en concretar cómo sería un Green New Deal –un modelo inspirado en el programa de Roosevelt para salir de la Gran Depresión–, Trump practica guerras comerciales y el aislamiento diplomático. Una de las preguntas que surgen es si, a pesar del bloqueo de todo un Gobierno, en aquel país se puede avanzar para cambiar las cosas. «Los estados y regiones que sí apoyan hacer algo representan el 70% de la economía de Estados Unidos», explica David Waskow de World Ressources Institute, aunque matiza: «Pero es obvio que nunca se llegará tan lejos como con todo el Gobierno».

[Foto: Instantánea de Robert F. Sargent que muestra a las tropas estadounidenses desembarcando en la playa Omaha el 6 de junio de 1944. National Archives and Records Administration]

Este reportaje ha sido publicado en el nº15 de la revista Ballena Blanca. Consigue tu ejemplar aquí.

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