“Hoy es un gran día para América”. Así celebró este miércoles la victoria de Donald Trump el magnate del carbón Robert Murray, uno de los más feroces y públicos opositores al Plan de Energía Limpia de Barak Obama, creado para adelgazar las emisiones del segundo país más contaminante del mundo después de China.
Texto: Sara Acosta
Murray Corporation está entre las cinco mayores empresas de carbón del país, un sector poderoso y a la baja cuya frustración Trump ha sabido leer muy bien, prometiendo poner de nuevo a trabajar las minas y los mineros. “Terminaremos la guerra contra el carbón y contra los mineros”, lanzó el republicano en mayo. El miércoles, horas después de imponerse a la demócrata Hillary Clinton, los bonos del gigante Murray alcanzaron su máximo en los últimos 16 meses. Pero quizá la subida en Bolsa más llamativa y que da una pista del cambio que está por llegar en la política energética estadounidense haya sido la de Peabody Energy, la mayor compañía de carbón, declarada en bancarrota en abril de este año acosada por las deudas. Las acciones de la empresa se dispararon el miércoles un 47%.
El carbón es otra pieza de esa ‘gran América’ que Trump y sus votantes quieren de nuevo y que para el negro mineral significa recuperar los miles de empleos que el sector ha destruido en los últimos años. En su informe anual sobre este sector en Estados Unidos, la Administración de la Información para la Energía cifra en 65.971 los empleos en esta actividad en 2015, un 12% menos que el año anterior y “el índice más bajo desde que la EIA empezó a recoger datos en 1978”. En 2008, el carbón generaba casi la mitad de la electricidad que encendió las casas de los estadounidenses. El año pasado, el consumo se redujo al 33%, calcula el mismo organismo.
La pregunta ahora es si el nuevo presidente puede cumplir su promesa en lugares como Wyoming, el Estado que más carbón produce en el país, con cerca de la mitad del suministro y que siempre fue republicano; o en otros como West Virginia, segundo en el ranking de producción y que siempre fue demócrata y ahora pertenece a Trump. Es sabido que la principal razón de la bajada del carbón, que a pesar de todo representa el 71% de las emisiones del sector eléctrico en el país, ha sido el boom del fracking. Fracturar las rocas bajo el suelo para obtener gas natural ha bajado tanto el precio de esta energía fósil en los últimos años que en 2015 fue, por primera vez, la mayor fuente de electricidad por delante del carbón. Pero no es este el único motivo de que el sector haya perdido fuerza. También la progresiva mecanización del empleo desde hace décadas e, irónicamente, la tremenda caída del consumo en China, que compra menos.
Si la economía más que la política ha sido el principal motivo de que el carbón ya no sea lo que fue, ¿qué puede hacer Trump? Lo primero, eliminar las restricciones ambientales que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) al mando de Obama había impuesto a las plantas más contaminantes. Se espera que al mando de este organismo se sitúe a partir del próximo enero Myron Ebell, según avanza The New York Times, negacionista del cambio climático. Los pasos de Trump a favor del carbón serían entonces nefastos para el clima, pues retrasarían la reducción de emisiones que causan el calentamiento global. De todas formas, parece difícil que Trump pueda relanzar el carbón y a la vez empujar el fracking, como ha prometido en la campaña electoral, pues uno y otro se hacen la competencia. El republicano lo tiene complicado para reanimar el carbón, pero aunque no lo cumpla, esto no sería un alivio para el clima, pues mantener lo que hay está muy lejos de ser suficiente para contaminar menos. Y no se espera que sea él quien se ponga a la tarea.
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